Recuerdo un pasado pintado con acuarelas negras, un paisaje silueteado
a trazos torpes, propensos al error. Como una horrible comedia con risas
enlatadas donde todo era patético, menos tú y yo. Yo tenía cosas que decir,
pero aún no había llegado el momento de decirlas. Las mejores confesiones deben
guardarse hasta que llega el instante adecuado, cuando su significado se ha
completado.
El presente es un concurso de belleza detrás de otro. Somos pavos
reales abriendo nuestras alas en abanico para que los demás nos admiren, para que
se acerquen a nuestras jaulas. Eso es todo. El presente es una película de bajo
presupuesto que se agita delante de los demás y después desaparece sin dejar
rastro alguno. Parecía estar llena de ruido y furia, pero realmente estaba vacía
de contenido.
El culto al “yo” desparece cuando vives muchas vidas, cuando
dejas que los años de sufrimiento te moldeen. En los años felices no se aprende
nada, pasan más rápidos.
Como no me dé prisa y diga lo que tenga que decir de una vez,
va a llegar el futuro y me va a pillar entretenido jugueteando con mi pasado y escapando de mi presente.